sábado, 14 de agosto de 2010

Un siglo de Totita





A todos nos hubiera encantado celebrar el cumpleaños número100 de Rosa Martínez, de Tota, como la conocíamos en el Barrio Rawson. Eso ocurriría el primero de septiembre: Tota había nacido con el Primer Centenario.

Podríamos haber empezado la fiesta un día antes, el 30 de agosto, conmemorando su santo. A Tota le gustaban mucho los festejos. Había gozado mucho el cumpleaños número 99, cuando todos los vecinos la visitaron y le dieron su cariño.

Pero no nos dio tiempo. Tota se fue en la segunda semana de agosto, casi centenaria y alegre de espíritu, con una lucidez impresionante que disimulaba por algunas dificultades en la expresión, pero los que charlaban con ella podían apreciar su envidiable memoria. Conocía a sus vecinos y en las fiestas estaba siempre a la espera de que los todavía no habían llegado a visitarla.

La que conversaba siempre con Tota –la que la cuidaba, la alimentaba, la protegía- era Ketty, su amiga peruana que ha vivido con ella desde el año 2001. A Ketty le adelantó Tota que muy probablemente ella no festejaría su cumpleaños número 100.
-Yo no voy a festejar este año –le dijo- pero voy a estar entre ustedes igual.
-¿Y por qué no vas a festejar, Totita?- le preguntó Ketty.
- Porque no voy a estar – respondió Tota y con la mano hizo el signo de irse hacia arriba-. Yo ya no voy a disfrutar, pero sí lo voy a sentir…

Eso ocurrió algunos días antes de partir. Prolija, le pidio a Ketty que hiciera una lista de algunos amigos y vecinos a los que quería dejarles algún pequeño recuerdo. Otra vez dio pruebas de memoria.

Es probable que muchos vecinos no se hayan enterado aún de la partida de Tota. Si estuviéramos en primavera o verano su ausencia sería más notoria, porque todos los que andaban por Artigas la veían, gozando del sol, con su sombrerito y sus anteojos oscuros, sentada en la vereda y escoltada por algunos de sus gatos amigos. Pero en la estación del frío Tota estaba adentro, abrigada, esperando el tiempo más cálido para sentarse en la vereda y cambiar palabras y cariños con sus vecinos.

Tota pasó un tercio de su vida en el Barrio Rawson, al que llegó en 1973.

Y va a seguir estando aquí, en el recuerdo quienes la conocimos. Va a ser distinta esa cuadra sin ella, pero Totita nos consolaría: “Yo ya no voy a disfrutar, pero sí lo voy a sentir, aunque no me vean…”

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